lunes, 27 de septiembre de 2010

Prácticamente todo curso, taller u otra cosa relacionada a la enseñanza de fotografía incluye en su contenido el manejo de la direccionalidad de la luz. Hay mucho para hablar acerca de eso, pero lo más importante es que el manejo de esa direccionalidad tiene que llevar en consideración dos cosas:

1. la direccionalidad influye en la creación de una determinada atmósfera.

2. la transmisión del aspecto es un acuerdo entre emisor y receptor.

O sea, hay como un arreglo entre partes que considera que, dependiendo de cómo iluminemos, sumando el facto de utilizarse un entorno ya propicio a la manutención del código, el sujeto fotografiado puede adquirir connotaciones específicas.

Esa sensación no es gratuita, proviene de repeticiones y repeticiones icónicas, en distintos medios – foto, cine, video, etc. – que tras tanto tiempo utilizando a ese recurso logra establecer algunas reglas de representación (y de percepción). Lo más importante es que uno tenga en cuenta a los porqués, tanto en la hora de generar imágenes como en el momento en que se las aprecia.

Pero es la suma de los agentes involucrados que va a generar una u otra impresión. Acá en el taller decidimos sacar unas fotos para comprobar a los efectos e impresiones que puede generar una puesta en escena pensada desde la iluminación hasta la pose, considerando al entorno como elemento igualmente importante.


cochera + luz cenital + pose


Photobucket

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Durante el taller 2010 de fotografía basíca.
engendraron a esas imágenes:

julio paiva
evelin chiavassa
gonzalo giustetti



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